Tanto la Constitución Política de Guatemala de 1985 como los Acuerdos de Paz de 1996 establecen la libertad e igualdad de obligaciones y derechos humanos, civiles y políticos para ambos sexos. Aun así, la situación de las mujeres revela que su vida está construida a partir de patrones de socialización, aprendidos en los distintos espacios desde su niñez, que las subordinan a los hombres. Esto hace que las necesidades y soluciones a problemas planteados por las mujeres normalmente sean relegados a un segundo plano, cuando no ignorados. Tradicionalmente la condición de las mujeres ha sido un devenir de la tutela familiar a la tutela del espacio comunitario, lo que las coloca en una posición sistemática de desventaja e impide desarrollar en ellas la capacidad para decidir sobre los recursos personales, familiares y comunitarios. Así por ejemplo, cuando las mujeres obtienen ingresos no poseen el derecho de hacer uso de él.
Las oportunidades de desarrollo económico de las mujeres han sido y son pocas, ya que sigue existiendo una brecha en el acceso, uso y control de los recursos económicos, lo que tiene que ver con la falta de reconocimiento del aporte de las mujeres en el desarrollo de las familias, de la comunidad y del municipio.
Además, a muchas mujeres indígenas se les dificulta la posibilidad de optar a créditos en el sistema bancario y/o cooperativista, ya que no cuentan con respaldo tanto moral (del esposo o familia) ni material (por no contar con bienes como garantía).
«LAS MUJERES NO TIENEN DERECHO HACER USO DE LOS INGRESOS QUE OBTIENEN POR SU TRABAJO»
Pese al gran aporte de las mujeres en la agricultura y en la alimentación, la mayoría de ellas no son propietarias de tierra las mujeres y en consecuencia no deciden el uso principal de las mismas. Todo este aporte se interpreta como “apoyo” que las mujeres dan al hombre, y no se visibiliza el papel de la mujer en términos de trabajo productivo, necesario y complementario para toda la familia.
Las mujeres constituyen algo más del 50% de la población guatemalteca; a pesar de ello, han sido históricamente excluidas de los beneficios del desarrollo, sobre todo las mujeres indígenas del área rural. Estos son algunos de los factores que han influido en esta situación:
- En general, solamente el hombre tiene las condiciones para salir de su casa y de su comunidad; a la mujer se le dificulta por los múltiples compromisos u oficios que hay que hacer en el hogar y porque en el imaginario de los hombres existe la creencia de que la mujer le va a ser infiel si participa en espacios mixtos.
- No se suele tener en cuenta los horarios y las cargas de trabajo de las mujeres a la hora de participar en alguna capacitación.
- La mayoría de las mujeres indígenas son monolingüe y analfabetas, no entienden y no pueden expresarse en español. A pesar que Guatemala cuenta con leyes para garantizar que en todos los espacios se pueda usar cualquiera de los 24 idiomas oficiales, la realidad es que en la mayoría se usa únicamente el español, lo que impide que las mujeres tengan acceso a la justicia, a la sanidad, a la educación…de forma equitativa y con pertinencia cultural.
- A esto hay que sumar el acceso a los medios de comunicación y las nuevas tecnologías, que en este la oportunidad que tienen para ello es muy baja.
En Guatemala, fenómenos de discriminación étnica y exclusión territorial se suman y combinan con la discriminación de género, con la violencia y el machismo, para limitar de manera más amplia y estructural el goce de los derechos ciudadanos y el desarrollo de las potencialidades de las mujeres. La violencia de género o machista está presente en cualquier lugar.
«CADA DÍA SIGUEN ASESINANDO, VIOLENTANDO, AGREDIENDO… A MÁS MUJERES EN EL PAÍS».
Por eso, no podemos dejar de mencionar una de las grandes lacras que vive el país, los feminicidios. A pesar que Guatemala ha sido pionera en la elaboración de políticas para la erradicación de la violencia hacia las mujeres, la triste realidad es que cada día siguen asesinando, violentando, agrediendo, etc, a multitud de mujeres y en el caso de las indígenas el drama es mayor.
La violencia es estructural, se ha llegado a normalizar, supongo que debido a tantos años de conflicto armado, a tantas injusticias sufridas; aunque poco a poco, la justicia comienza a sentenciar y dar la razón a las mujeres, el caso Serpur Zarco ha sido una victoria y un reconocimiento hacia las mujeres indígenas que sufrieron violencia sexual, aunque la reparación aún no se ha producido, sí se van dando pequeños pasos.
Social y culturalmente, la mujer indígena es considerada ciudadana de segunda o tercera categoría. Se piensa como propiedad de los hombres, incluso en aquellos casos en los que los esposos migran a otro país, forman otra familia y no regresan nunca a ocuparse de las responsabilidades que dejan en Guatemala, bien un hermano, un padre o un hombre de la comunidad, se siente con el derecho (a veces piensan que es su obligación) de tomar las decisiones respecto a la mujer que ha sido abandonada.
Y finalmente, pero no menos importante, mencionamos el papel de las mujeres en los espacios de toma de decisión; dentro de los partidos políticos, comités cívicos e incluso en asambleas comunitarias, las mujeres en general no cuentan con opción a la toma de decisiones, ya que éstas se centran en los hombres, y por lo tanto se orientan a responder a los intereses de ellos. También las mujeres son utilizadas para dar el voto a cambio de acciones asistencialistas, esto provoca una agudización de la problemática y más división de la organización social de las mujeres. Por eso tenemos que destacar ejemplos que, poco a poco, llevan a las mujeres a creer en que un cambio puede es posible. Conocemos casos como el de Rigoberta Menchú, la primera mujer indígena en presentarse a unas elecciones como cabeza de partido. Y mencionamos también a Thelma Cabrera, que siguiendo los pasos de la anterior ha obtenido muy buenos resultados en los últimos comicios.
Esto es un pequeño recorrido dentro de un camino lleno de piedras que hace a las mujeres muy complicado avanzar por una igualdad en todos los ámbitos de la sociedad. Un camino que debemos hacer juntas, de la mano, y que hará fortalecernos y luchar hacia un futuro mejor.
Firma: Ainara Azaola Arconada